El mundo tiene sus dioses, su culto, su forma de vivir y servirles. Las naciones tanto antes como ahora, adoran. Todos lo hacemos, y en esencia, siempre ellas buscan lo terrenal, es decir aquello que satisfaga sus deseos pecaminosos. Por ejemplo, el poner a sus hijos en fuego (vs 31), no era un acto de diversión, sino que creían que así vendrían tiempos de prosperidad y abundancia. El objetivo era sobornar a sus dioses para obtener cosas “buenas”; al fin, su verdadero dios era ellos mismos, sus propios deseos; utilizaban a los ídolos para obtener lo que deseaban. Su sistema tiene un atractivo carnal, de otra manera Dios no nos advertiría de ello. Los corazones inconstantes, que vagan, continuamente están preguntando por los dioses de las naciones; aquellos del pueblo de Dios que no tienen su satisfacción entera en Dios y su palabra (sin añadir ni quitar a ella, vs, 32) siempre quieren inventar cosas, imitando a los incrédulos.
Oh, cristiano ¡guárdate de no tropezar! Dios ordena que no tengas participación con las obras de las tinieblas, él te instruye que no imites, ni busques lo que el mundo busca ¡no los sigas! Dios exige nada menos que separación, destrucción total, relación cero con los ídolos. Él te ama y es un Dios celoso. Debemos separarnos de la corriente de este mundo, encontrando nuestro propósito solo en Cristo Jesús. Este mandamiento no es vano, tiene repercusiones horribles no prestar atención a él. Lo que para el mundo es codiciable y bueno para Dios es abominable y aborrecible; mientras que lo que es precioso para Dios, su Hijo Jesucristo, el mundo lo odia y lo desecha.
Preguntas de reflexión:
¿Cuáles son los ídolos de tu tiempo? ¿estás siguiendo e imitando como el mundo los adora? ¿cuál es tu relación con lo que tu cultura “ama y aprecia”? por otro lado ¿Cuál es tu relación con Jesucristo? ¿Por qué es tan importante no añadir ni quitar a la palabra de Dios?
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