La tierra prometida sería dividida en patrimonios por sus tribus; esto era cierto para todos, excepto para los sacerdotes levitas: solamente Jehová sería su heredad. Ellos estaban consagrados a su servicio de por vida por derecho de nacimiento. Y aunque en un sentido específico esto era cierto respecto de porciones de tierras en Canaán, en uno más amplio, para todo escogido, Dios es su única herencia. Ya David lo diría (de la tribu de Judá): “Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa … las cuerdas (señal de medición de un terreno) me cayeron en lugares deleitosos y es hermosa la heredad que me ha tocado” (Sal 16:5-6). Que para nosotros el Señor sea nuestra herencia equivale a decir que es nuestra riqueza y nuestra gloria; lo único valioso, trascendente y eterno que consideramos como “nuestro”; es en la cruz de su Hijo en lo único que nos gloriamos (Gál. 6:14). Las cosas de este mundo, dones divinos, que nos han sido dadas, las consideramos como vacías e insignificantes en comparación con nuestro precioso tesoro celestial; es así, como el corazón del cristiano se eleva diciendo: “fuera de ti, nada deseo en la tierra”. ¿Qué hermosura de casas o autos podría compararse con la hermosura de él? ¿qué amplitud de terreno podría considerarse como satisfactoria en lugar de la infinitud de sus atributos? ¿qué disfrute de los placeres terrenales competirá con el gozo y el deleite en Dios?
Cristiano, si hoy mismo se te diera una herencia terrenal, cancelarías todos tus planes cotidianos para ir a verla, medirla, calcular su valor, y proyectar qué harías con esa riqueza. Invitarías a tus amigos y familiares y harías una fiesta por el regalo que se te habría concedido, te gloriarías en ello; tus pensamientos serían deleitosos al pensar en ese pedazo de polvo, madera, o hierro como “tuyo”. Mas, yo quisiera ahora que midieras la heredad que se te ha dado divinamente; ¡lanza las cuerdas! observa su anchura, longitud, profundidad y su altura (Efe 3:18-19); que recorrieras cada rincón del conocimiento divino en las Escrituras para contemplar gustosamente cuál es tu porción en esta vida y la venidera.
Pregunta de reflexión
¿Qué es lo que consideras valioso en tu vida de esta tierra, y qué pasaría si te fuera quitada? ¿es Dios la herencia hermosa y deleitosa de tu corazón? ¿pasas tiempo en tu heredad, disfrutándola y contemplando su hermosura? (salmo 27:4)
No hay comentarios:
Publicar un comentario