miércoles, 22 de junio de 2022

22 de junio. Deuteronomio 27:26 Maldito el que no confirmare las palabras de esta ley para hacerlas. Y dirá todo el pueblo: Amén.

    Si el favor, amor, o compañía de Dios hacia un ser humano podría resumirse en la palabra “bendito”, el rechazo, aversión, condenación, e ira, encontraría su epítome en “maldito”. Un maldito por Dios sería alguien desahuciado, desvalido, desterrado de todo bien de parte de él. Aquí, se pronuncian las verdaderas maldiciones de parte de Dios mismo en el monte Ebal, y como telón de fondo están las enormes piedras erigidas en la colina, las cuales contienen “las palabras de la ley”, que están claramente escritas para que todos pudieran verlas. La ceremonia de la maldición concluye con el verso 26: “todo el que no confirme la ley a fin de cumplirla está maldito por Dios”. Pablo interpretó este verso en Gálatas 3:10, citándolo para cualquiera que busca depender de la obediencia a la ley en su trato con Dios, de acuerdo con el apóstol, estamos malditos. ¿Por qué? Porque si vemos aquella gran piedra con cal que se acorta en dos principales mandamientos de: “amarás con todo tu corazón a Dios” y “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, encontraremos en un examen sincero y profundo que hemos rechazado la voz de Dios y no hemos permanecido ni cumplido cabalmente su ley. Por lo tanto, la sentencia del monte Ebal es inapelable: eres un maldito por Dios. 


    Examinemos nuestras vidas sincera y silenciosamente; veamos lo que merecen nuestros pecados, el debido castigo por rebelarnos contra Dios. Miremos cuidadosamente la elevada piedra de la ley de Dios, cada mandamiento y veámonos en ese espejo. Nunca experimentaremos la gracia de Dios experimentalmente hasta que no nos consideremos como cautivos del monte Ebal. La cruz es un horrendo espectáculo de maldición: allí está el colgado del madero, el maldito por Dios abandonado, bebiendo la copa de su ira, descendiendo a lo más profundo. Si no logramos vernos como malditos a causa de nuestros pecados, nunca experimentaremos la “redención de la maldición” (Gálatas 3:13). 


Preguntas de reflexión 

¿qué puntos de la ley has rechazado prácticamente? (Como diciendo a Dios: este mandamiento no lo voy a cumplir) ¿qué es un “maldito”? ¿te consideras como uno? En tu trato con Dios, ¿vives dependiendo de la ley o de la gracia? Por último, toma un tiempo para reflexionar en Gálatas 3:13 ¿hay disfrute y alabanza en tu corazón? 


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