Una pregunta que todos nos hemos hecho, los que hemos pecado, los que hemos fallado es: “¿Volverá el Señor a perdonarme otra vez?” esta interrogante es tan importante como el carácter mismo de Dios. Aquí, el profeta nos señala que Israel se rebeló en el desierto, pronto su corazón se desvió del Señor y erigieron el becerro de oro (9:1-17). Han provocado la ira de Dios (9:3), con su pecado han lanzado desprecio al nombre de Dios, a sus atributos, al pacto que concertó. La sentencia del juez eterno para esta condición es la destrucción, que Dios deseche para siempre. La sentencia es alta y clara: Debes ser destruido porque has pecado contra Jehová (9:14). Mas tú, oh, Dios, ¿podrás perdonarme otra vez? Nuestro texto nos enseña algo fundamental acerca de Dios, y es que él tiene que escuchar a un mediador que no haya participado en el pecado de su pueblo, para poder propiciar misericordia. Dios es misericordioso, pero tú necesitas un mediador, alguien que ore por ti. La intercesión de Moisés es “no los destruyas” (9:26), pero bien podríamos pensar “¡lo merecen!” pero el mediador dice “no mires a su pecado” (9:27), entonces ¿qué debe mirar Dios? “acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob” (9:28), en otras palabras, acuérdate de tus promesas, porque “ellos son tu pueblo y tu heredad” (9:29). El resultado de esto es hermoso, Dios perdona otra vez. Las tablas quebradas, son restauradas. El pacto violado es renovado. Dios es grande en misericordia. Él no quiso destruirte.
Oh pecador, que te acercas hoy a Dios ten certeza de esto: ¡Dios no mira tu pecado! Has provocado su ira, pero él la ha reprimido. Él no quiere destruirte. Disfruta estas palabras “también”, “esta vez”, “como las primeras”. Sus misericordias son nuevas cada mañana. No hay nada más deleitoso que el amor inmerecido de Dios, basado no en nuestra justicia (¡hemos pecado!), sino más bien en su misericordia, en su fidelidad a sus promesas, en Jesucristo el mediador del nuevo pacto, en nuestro abogado que intercede por nosotros al Padre. ¿Te has preguntado porque en el trono de Dios resplandece un arcoíris? (Ap. 4:3; Gen 9:13) No da a los pecadores lo que merecen, no los destruye a pesar de sus pecados, no ejecuta su indignación y su ira que ha sido provocada. El trono de Dios es un trono de gracia, de favor hacia los pecadores, cuya señal llama a todo ser viviente ¡Dios tiene misericordia de ti! ¡Dios es amor! ¡Dios quiere perdonarte! ¡Gracia, gracia a ella!
Preguntas de reflexión:
¿Has sentido lo que es y merece tu pecado? ¿Una vez hecho esto, has gustado la bondad de Dios para contigo? ¿Qué rol juega Jesucristo en la propiciación de tus pecados? ¿Cómo propicia Jesús al Padre a tu favor? ¿Cómo responde aquel que ha sido perdonado, ante el maravilloso amor de Dios (vs 12-16)?
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