lunes, 4 de julio de 2022

4 de julio. Isaías 66:2 Pero miraré al que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.

    La atención de Dios no se posa sobre grandes edificios, o cultos suntuosos, ofrecidos con corazones rebeldes, de hecho, el abomina todo eso. Su mirada no está en lo que los hombres estiman para ser contemplado y alabado, de hecho, a menudo lo que los hombres tienen en gran estima para Dios es menospreciable; sin embargo, el Señor si mira algo, o más bien a alguien. Su mirada de favor, bendición y gracia se posa sobre los humildes. Cuando a San Agustín se le pidió que enumerara las tres principales virtudes cristianas, él respondió, primero humildad, segundo humildad, y tercero humildad. La humildad es lo opuesto a la autosuficiencia, al orgullo y la soberbia. La humildad es la pobreza del alma. Alguien que es pobre en lo material, pero se jacta de cosas que no tiene, y no se presenta necesitado, es un pobre para la sociedad, pero un rico espiritual. La humildad es reconocerse necesitado y limitado, es saber que tenemos una condición de necesidad, Salomón ya lo explicó en sus proverbios “el pobre habla con ruegos, mas el rico responde durezas. El ruego es la expresión de la pobreza, porque es necesitado, la dureza es el reflejo de la soberbia, porque se es autosuficiente. Ser pobre es ser humilde, y ser “humilde de espíritu” es estar herido por nuestros pecados y necesitados de Dios. “Miraré al que es pobre y humilde de espíritu” es equivalente a “no vine a llamar a justos sino a pecadores al arrepentimiento” ¿cómo te consideras a ti mismo? ¿cómo vives tus vida y andas por el camino? Será con ruego o con dureza, con autosuficiencia o con necesidad, con pobreza o soberbia, con orgullo o humildad. Dios mirá con gracia a los humildes “Bienaventurados los pobres en espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos”. Si el orgullo fue la causa de la caída humana (seguir nuestra propia voluntad y hacernos nosotros mismos como Dios), la humildad es el fruto de la redención del género humano en Jesucristo. Él enseñó “aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón”.  Finalmente la humildad se refleja en nuestro trato a la palabra de Dios. Como se dijo el orgullo sigue sus propios consejos, sabiduría, y palabra, desecha la palabra de Dios y hace de sus deseos una palabra divina que rige su vida. Pero el humilde tiembla y reverencia, guarda y atesora la palabra de Dios. El humilde sabe que su corazón es engañoso y perverso y se apoya solamente en la palabra de su Dios. “pero miraré al que es pobre y humilde de espíritu y al que tiembla a mi palabra”. ¿Cuál es tu relación con la palabra de Dios vs tus propios pensamientos? ¿Cuál eliges obedecer en los momentos de vicisitud? 



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