Este breve escrito del puritano Richard Sibbes ayudará a dos tipos de cristianos: 1) cristianos recién convertidos, y 2) cristianos no recién convertidos. A unos animará en cuanto a que su pequeñez en la fe, es sostenida por un gran e inmutable Dios; mientras que a los otros, les recordará sus inicios, y los mantendrá alejados del orgullo.
Las palabras del 'Doctor del alma' (como fue llamado por el Dr. Martín Lloyd Jones) nos recuerdan nuestra intrínseca debilidad, y como enfrentarla a la luz de Cristo.
Este capítulo fue traducido del libro "la caña de cascada, y el pábilo que humea", que está completo en inglés aquí
Capítulo V. La Gracia es pequeña al principio
En segundo
lugar, Dios no apagará el pábilo o la mecha que humeare, sino que la soplará
hasta que flamee. En el pábilo que humea no hay sino una tenue luz, tan débil,
que no es capaz de flamear, y esto pequeño está mezclado con humo.
Las
observaciones por tanto son, primero,
Que en los hijos de Dios, especialmente en su
primera conversión, no hay sino una pequeña medida de gracia, y esa pequeña
gracia está mezclada con mucha corrupción, que como humo, es ofensivo.
Segundo, que Cristo no apagará este pábilo que
humeare.
Observación
1. Para la primera, la Gracia es pequeña
al principio. Hay varias edades en los Cristianos, algunos bebes, algunos
jóvenes: la gracia es como “un pequeño grano de mostaza” Mat 17:20. Nada es tan
pequeño como la gracia al principio, y nada es más glorioso después: Las cosas
de la más grande perfección se demoran más en crecer. El Hombre, la criatura
más perfecta, viene a la perfección poco a poco; las cosas sin valor, como los
hongos y similares, como la calabaza de Jonás, pronto brotan, y pronto se
desvanecen. Una nueva criatura es el cuadro más excelente en todo el mundo, por
tanto crece por grados; vemos en la naturaleza que un poderoso roble se levanta
de una bellota. Es en los cristianos como fue con Cristo, que vino del muerto
vástago de Isaí, de la familia de David, Isa. 53:2, cuando era la más pequeña,
pero creció más alto que los cielos. No es con los árboles de justicia, como
fue con los árboles del paraíso que todos fueron creados perfectos al
principio. Las descendencias de todas las criaturas en este cuadro santo del
mundo estaban escondidas en el caos, en esa confusa masa del principio, de la
cual Dios ordenó que todas las criaturas salieran; en las pequeñas semillas de
las plantas yace escondida la masa y las ramas, el capullo y el fruto. En unos
pequeños principios yacen escondidos todas las confortables conclusiones de la
santa verdad. Todos esos gloriosos fuegos artificiales de celo y santidad en
los santos tienen su inicio de unos pequeños destellos.
Por tanto
no nos dejemos ser desanimados por los pequeños inicios de gracia, sino
mirémonos como “elegidos para ser santos y sin mancha” Efe 1:4. Miremos nuestro
imperfecto comienzo solo para esforzarnos más hacia la perfección, y
mantenernos humildes de la vanagloria. Por otra parte, en caso de desaliento,
debemos considerarnos, como Cristo lo hace, quien nos mira como aquellos que
encajan perfectamente con él. Cristo nos valora por lo que deberíamos ser, y
por esto, como elegidos. Llamamos árbol a una pequeña planta, porque está
creciendo para ser aquello. “¿Quién es el que desprecia el día de las pequeñas
cosas?” Zac 4:10. Cristo no nos despreciaría como pequeñas cosas.
Los
gloriosos ángeles no desdeñan asistencia en los pequeñitos; pequeños en sus
propios ojos, y a los ojos del mundo.
La gracias,
aunque pequeña en cantidad, sin embargo es mucha en vigor y valor.
Es Cristo
quien realza el valor de lo pequeño y esto a lugares y personas. Belén, la que
valía menos, Miq 5:2, Mt 2:6, y sin embargo no era la más pequeña, pequeña en
sí misma, pero no pequeña en respecto de Cristo que nació allí. El segundo
templo, Hag 2:9, era menos en cuanto a la magnificencia del primero, no
obstante más glorioso que el primero, porque Cristo entró en él. El Señor del
templo vino a su propio templo. La pupila del ojo es muy pequeña, pero ve una
gran parte del cielo. Una perla, aunque pequeña, es de mucha estima: nada en el
mundo de tan buen uso, como la menor dracma de gracia.
Richard Sibbes (1577-1635) nació en Tostock, Sufflolk en el país puritano de vieja Inglaterra, Fue ordenado al ministerio en 1608 en la Iglesia de Inglaterra, murió el 5 de Julio de 1635, y William Gouge predicó en su funeral.
Precioso como el Espíritu de Cristo nos hace crecer en gracia para con Dios y los hombres, para alabanza de su gloria.
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