miércoles, 4 de julio de 2018

La Gracia es pequeña al principio - Richard Sibbes


Richard Sibbes

Este breve escrito del puritano Richard Sibbes ayudará a dos tipos de cristianos: 1) cristianos recién convertidos, y 2) cristianos no recién convertidos. A unos animará en cuanto a que su pequeñez en la fe, es sostenida por un gran e inmutable Dios; mientras que a los otros, les recordará sus inicios, y los mantendrá alejados del orgullo. 
Las palabras del 'Doctor del alma' (como fue llamado por el Dr. Martín Lloyd Jones) nos recuerdan nuestra intrínseca debilidad, y como enfrentarla a la luz de Cristo. 

Este capítulo fue traducido del libro "la caña de cascada, y el pábilo que humea", que está completo en inglés aquí 


Capítulo V. La Gracia es pequeña al principio

En segundo lugar, Dios no apagará el pábilo o la mecha que humeare, sino que la soplará hasta que flamee. En el pábilo que humea no hay sino una tenue luz, tan débil, que no es capaz de flamear, y esto pequeño está mezclado con humo.
Las observaciones por tanto son, primero,

Que en los hijos de Dios, especialmente en su primera conversión, no hay sino una pequeña medida de gracia, y esa pequeña gracia está mezclada con mucha corrupción, que como humo, es ofensivo.

Segundo, que Cristo no apagará este pábilo que humeare.

Observación 1.  Para la primera, la Gracia es pequeña al principio. Hay varias edades en los Cristianos, algunos bebes, algunos jóvenes: la gracia es como “un pequeño grano de mostaza” Mat 17:20. Nada es tan pequeño como la gracia al principio, y nada es más glorioso después: Las cosas de la más grande perfección se demoran más en crecer. El Hombre, la criatura más perfecta, viene a la perfección poco a poco; las cosas sin valor, como los hongos y similares, como la calabaza de Jonás, pronto brotan, y pronto se desvanecen. Una nueva criatura es el cuadro más excelente en todo el mundo, por tanto crece por grados; vemos en la naturaleza que un poderoso roble se levanta de una bellota. Es en los cristianos como fue con Cristo, que vino del muerto vástago de Isaí, de la familia de David, Isa. 53:2, cuando era la más pequeña, pero creció más alto que los cielos. No es con los árboles de justicia, como fue con los árboles del paraíso que todos fueron creados perfectos al principio. Las descendencias de todas las criaturas en este cuadro santo del mundo estaban escondidas en el caos, en esa confusa masa del principio, de la cual Dios ordenó que todas las criaturas salieran; en las pequeñas semillas de las plantas yace escondida la masa y las ramas, el capullo y el fruto. En unos pequeños principios yacen escondidos todas las confortables conclusiones de la santa verdad. Todos esos gloriosos fuegos artificiales de celo y santidad en los santos tienen su inicio de unos pequeños destellos.

Por tanto no nos dejemos ser desanimados por los pequeños inicios de gracia, sino mirémonos como “elegidos para ser santos y sin mancha” Efe 1:4. Miremos nuestro imperfecto comienzo solo para esforzarnos más hacia la perfección, y mantenernos humildes de la vanagloria. Por otra parte, en caso de desaliento, debemos considerarnos, como Cristo lo hace, quien nos mira como aquellos que encajan perfectamente con él. Cristo nos valora por lo que deberíamos ser, y por esto, como elegidos. Llamamos árbol a una pequeña planta, porque está creciendo para ser aquello. “¿Quién es el que desprecia el día de las pequeñas cosas?” Zac 4:10. Cristo no nos despreciaría como pequeñas cosas.

Los gloriosos ángeles no desdeñan asistencia en los pequeñitos; pequeños en sus propios ojos, y a los ojos del mundo.
La gracias, aunque pequeña en cantidad, sin embargo es mucha en vigor y valor.
Es Cristo quien realza el valor de lo pequeño y esto a lugares y personas. Belén, la que valía menos, Miq 5:2, Mt 2:6, y sin embargo no era la más pequeña, pequeña en sí misma, pero no pequeña en respecto de Cristo que nació allí. El segundo templo, Hag 2:9, era menos en cuanto a la magnificencia del primero, no obstante más glorioso que el primero, porque Cristo entró en él. El Señor del templo vino a su propio templo. La pupila del ojo es muy pequeña, pero ve una gran parte del cielo. Una perla, aunque pequeña, es de mucha estima: nada en el mundo de tan buen uso, como la menor dracma de gracia.  





Richard Sibbes (1577-1635) nació en Tostock, Sufflolk en el país puritano de vieja Inglaterra, Fue ordenado al ministerio en 1608 en la Iglesia de Inglaterra, murió el 5 de Julio de 1635, y William Gouge predicó en su funeral.