Parece y suena desafiante el encabezado. -¿Que tendrá Cristián en contra de los planes? te preguntarás; lo cierto es que nada, antes bien los fomento. Lo primero que me gustaría dejar claro en este post, es que no voy a desvalorizar el planificar y sistematizar como leemos las Escrituras; mis advertencias van hacia las motivaciones inconscientes que adquirimos antes o después de haber comenzado nuestro plan. Desarrollaré esto a continuación.
Como me cubrí con el parche antes de la herida, repito que mi intención no es que la gente deseche sus planes bíblicos. Hay muy buenos argumentos para tener y practicar lecturas organizadas de la Biblia. He aquí mi breve apologética. Considera lo que dice el salmista:
"...En la ley de Jehová está su delicia Y en su Ley medita de día y de noche" (Sal 1:2)
"Meditaré en tus estatutos" (Sal 119:48)
"En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti... Con mis labios he contado todos los juicios de tu boca" (Sal 119:11,13)
Hay muchas otras citas que pienso que es innecesario detallar (Dt 6:7; 32:46; Sal 19:14; 49:3; 63:3; 49;19; 119:15,23,28,93,99; Lc 2:19; 4:44; Jn 4:24; Ef 1:18; 1 Tim 4:13; Heb 3:1, etc), hay muchas escrituras a mi favor para tomar en serio la lectura de la Biblia. Es algo muy básico, un rudimento de la fe. Me atrevería a decir más. Un cristiano que no tiene el hábito leer la Biblia regularmente a través de planes, que no tiene la buena costumbre de estar junto a la corrientes de las aguas bebiendo continuamente de sus aguas para ser un árbol plantado y no una hojarasca al viento, probablemente es un cristiano frío y débil, que no ha ejercitado sus sentidos en el discernimiento del bien y del mal, y por tener su arma oxidada, está muy herido por el pecado, y por tanto debiendo ser maduro de un tiempo hasta aquí, es un bebé (Heb 5:11-14).
Note los versículos de más arriba. Las palabras destacadas prueban mi punto: frecuencia y cantidad. Eso es lo que hace un plan, sobre todos los anuales. Permiten que meditemos todos los días en las Escrituras, y toda ella.
Hace algunos días perdí mi plan anual impreso, en un viaje que hice por mi trabajo (lo llevé para seguir mi lectura en ese lugar). Era del pastor presbiteriano del siglo XIX Robert Murray M'Cheyne, quien antes de morir dejó una planificación de lectura para su congregación. Cuando volví a casa y quería seguir donde quedé, lo busqué por todas partes en mi bolso, hasta que recordé que lo había dejado en una carpeta que nunca volvió conmigo. Creo que Dios es Soberano. Y creo que todo cuanto pasa, sea por medios o sin ellos está en la soberana, todopoderosa y predeterminada voluntad de Dios. Como cristiano no creo en la suerte; que se me haya perdido unas simples hojas me hizo ver mi pecado de idolatría: ¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. (Sal 19:12).
No sé ustedes, pero yo estaba leyendo mi Biblia con motivos equivocados, y me di cuenta cuando perdí mi plan de lectura. La desesperación por no acordarme muy bien en que capítulos de los cuatro libros distintos de la Biblia que quede en ese entonces, me hizo meditar de mis motivaciones al leer la palabra de Dios. Comencé a recordar cuan superficiales eran mis lecturas, cuan frío era mi corazón, cuan indolente estaba mi alma a la dulce voz de Jesús. Lo único que me importaba era hacer el check con mi lápiz cuando terminaba de leer, para cumplir mi dosis de "hoy leí mi Biblia". Lo único que importaba era terminar cada día, para luego finalizar el año y colocar en alguna red social "acabo de terminar mi plan de lectura de un año", y maquillar piadosamente mi publicación. Verás, no iba a mi Biblia a encontrarme con Dios, iba con la motivación equivocada ¡y ni siquiera me daba cuenta! Iba por vanagloria; por si alguien alguna vez me preguntaba si había leído mi Biblia completa, o en algún culto hicieran cerrar los ojos a la congregación e hicieran levantar la mano a los que han leído su Biblia al menos una vez, y ahí con pecho inflado levantar mi mano (con los ojos cerrados), pero mi corazón sabría que el predicador me estaría viendo y sería una persona espiritual para él. Ojalá leas tu Biblia mil veces antes de morir, es mi deseo sincero, pero ese no debe ser tu motor al momento de sentarte enfrente de la voz de Dios.
Puedes evaluar tus motivaciones, al mirar tu vida devocional al momento de leer la Escritura. Aquí algunas preguntas que me han interpelado:
- ¿Cuándo fue la última vez que tu corazón rebosó de gozo cuando estabas leyendo?
- ¿Hace cuanto que no experimentas un afecto religioso profundo en alguna línea de la Escritura?
- ¿Has llorado frecuentemente cuando descubres tu pecado al aplicar la Biblia a tu vida?
- ¿Ha habido un creciente deseo por Cristo a través de tus lecturas?
No me malinterpreten. No quiero parecer emocional. Pero si realmente la Palabra de Dios no es viva y eficaz en tus tiempos de lectura, déjame invitarte a escudriñar los motivos con que lees la Biblia.
El remedio para esta enfermedad es en primer lugar confesar nuestro pecado, y nuestras vanas motivaciones; esto también se aplica a la lectura de libros religiosos, y otras prácticas que en lugar de ser provechosas se convierten en pecaminosas. No por ser ellas en sí mismas pecaminosas, sino porque nuestro corazón está inclinado continuamente al mal. Como diría Calvino, el corazón es una fábrica de ídolos. Si no estamos alerta, cualquier cosa puede transformarse en un ídolo en quien poner nuestra confianza y dependencia.
En segundo lugar, tornar nuestros ojos hacia la obra consumada de Cristo. Al ver la hermosura de su persona, y lo deseable de su ser, buscarle en las Escrituras. Olvida tu plan. No que lo botes a la basura (ni lo dejes intencionalmente en un viaje) me refiero en quién están puestos tus ojos al momento de leer tu plan. Querer tomar medios hechos para ver y relacionarse con Cristo, viendo y relacionándose con ídolos, es una pésima combinación.
En lo personal el capítulo cuarto del libro "Espiritualidad Puritana y Reformada" me ha ayudado en éste tópico. La actitud y disposición al momento de leer son vitales, es lo mismo con la oración. Estás frente a Dios, delante del rostro del Señor Jesucristo. Vas a hablar con él, y él te va a hablar. Piensa en cuan temeroso estarías si te fueras ha reunir con el príncipe más poderoso de la tierra. ¿Estará tu corazón naufragando, cuando el Dios trino está allí?
Evita mi error. No cambies cantidad por calidad. Si como yo, eres pecador, y no te sobra el tiempo, no te afanes por terminar en un año. Que los tiempos en secreto con tu Maestro, sean momentos que al salir de tu cuarto, transformen tu corazón para que las personas que te rodean vean tus buenas obras y glorifique a tu Padre que está en los cielos.