Sesenta años atrás un amigo mío
era predicador en una congregación Reformada en Grand Rapids. La práctica en
aquella congregación era que al término del sermón los ancianos se paraban al frente de la iglesia y el predicador venía
y daba la mano a cada uno de ellos. Así ellos mostraban a todos los presentes
su solidaridad con las doctrinas enseñadas en el púlpito en aquella
predicación.
‘Todos nosotros creemos que esas
cosas son verdad’ afirmaban. Hubo una extraña ocasión cuando un anciano rechazó
darle la mano. Así que subsecuentemente
los dos se reunieron y el anciano le explicó su descontento con algunas partes
del sermón. Fue esto: ‘Tú enseñaste santificación progresiva’ y él estaba en lo
correcto, absolutamente. Mi amigo no
creía solo en la santificación definitiva y puntual – indicando el cambio de
estado y fuente que cada Cristiano experimenta en la regeneración – sino, creía
también en la continua e incesante búsqueda de la santidad que es la marca y el
esfuerzo del verdadero creyente.
El Cristiano debe trabajar su
salvación con temor y temblor [1],
mientras que tal actividad no hace ninguna contribución en absoluto al título
de gloria del discípulo. Tal visión de la santificación progresiva fue la causa
de la queja del anciano. Estaba totalmente en lo correcto, convencido que la
salvación es completamente por la sola gracia de Dios, a través solo de la fe,
en Cristo solamente, pero era negligente en cuanto a la responsabilidad que el
creyente posee – quien puede hacer todas las cosas a través de Cristo que lo
fortalece. Hacer progresos en la santificación no es una opción (Como en una
visión del milenio [2]).
Es una evidencia y marca vital del discipulado verdadero, el fruto de esa
regeneración soberana realizada en nosotros por el Espíritu Santo para que el
Cristiano sea alguien que persigue la piedad.
Crecemos en la gracia y conocimiento
del Señor. Todo nuestro estado ha sido cambiado por la unión con Cristo, sí,
pero la realidad de nuestra declaración de ‘estar unidos al Hijo de Dios’, debe
ser exhibida en un modo completamente nuevo de vida, con nuevos esfuerzos,
nuevas determinaciones y nuevas obras. Es así que somos "la luz del mundo
y la sal de la tierra". Hacemos progresos en nuestro diario ‘apropiarnos
de Cristo el Señor’. Continuamente vamos a la iglesia y escuchamos la palabra,
y adoramos a Dios todos los domingos, sin falta. Ese es un aspecto de nuestro
compromiso personal con la santificación progresiva. Nos negamos a poner
nuestras luces bajo un candelero y que simplemente se vuelvan oscuras.
Cuando un inquiridor preguntó a
nuestro Señor si había mucha gente que iba a estar en el reino de Dios, él
simplemente dijo al que le preguntaba que estuviera seguro de que él se estaba
esforzando para entrar por la puerta estrecha (Lucas 13:24). Es irrelevante
para nuestra peregrinación saber el número exacto de aquellos que son salvos y
si vamos a estar en la mayoría o no. Todos podemos aventurar opiniones útiles
sobre esa cuestión. Pero nuestra necesidad primaria es una vida caracterizada
por haber entrado en el reino de Dios a través de Cristo, la puerta estrecha, y
un andar diario en la senda estrecha, buscando la vida piadosa. Todo cristiano
debe ser un luchador. Esa insistencia era una característica del ministerio en
la predicación y en la escritura de William Perkins.
¿Cómo surgió esta convicción? Él
nació en una familia católica romana nominal bajo el reinado de la reina María,
familia que posteriormente con la mayoría de los ingleses se convirtió en una
familia anglicana nominal bajo el reinado de la reina Isabel. Durante seis años
William Perkins y Juan Calvino estuvieron vivos simultáneamente en el
continente de Europa (Calvino murió en 1564). El año del nacimiento de Perkins
fue 1558, y los primeros meses de su vida fueron un período inolvidable en la
historia de Gran Bretaña. 40 cristianos evangélicos fueron quemados vivos
durante ese tiempo, algunos no lejos del hogar de su niñez. Estos cuarenta
mártires incluían a dos mujeres a las que se les llamaba Alice, apellidadas
Snoth y Driver, y a otra anciana santa de edad llamada Kathlene Knight, todas fueron
incineradas por sus convicciones bíblicas a manos de hombres religiosos que
pensaban que con tal cruel atrocidad estaban haciendo un favor a Dios. En
total, durante los pocos años antes de que Perkins naciera y en los primeros
meses de su vida, 280 hombres y mujeres, jóvenes y viejos, fueron torturados
hasta morir quemados en la hoguera, una expresión de rabia romana contra la
propagación del evangelio Cristiano. La
vid inglesa repitió las historias de valentía en miles de reuniones familiares
alrededor de chimeneas de cocina, o enseñadas por maestros de aldeas, o anunciadas
por predicadores itinerantes o declaradas desde miles de púlpitos. Aquellos
hechos históricos relativos al ejército de mártires eran conocidos por toda
Inglaterra y se podía hablar abiertamente cuando finalmente la Reina Protestante
(Isabel) llegó al trono durante los primeros meses de la vida de Perkins cuando
sucedió a su hermana María en noviembre de 1558. Con ocasión de la muerte de
María, cuando Perkins tenía unos meses de edad, la quema de los creyentes
evangélicos cesó inmediatamente. El liderazgo cristiano protestante transformó
el país.
Nuestra sociedad hoy tiene la más
alta necesidad de transformación bíblica a través de la gracia. Nuestro mundo
está dominado por cuatro ideologías filosóficas y culturales; el individualismo
radical - "Lo hice a mi manera", luego, el consumismo generalizado,
lo que la versión del Rey James llama “mamón”. Estuve presente hace unos meses
en el servicio fúnebre de un habitante de mi ciudad natal que no había sido
asistente de la iglesia durante años, y allí oí a su yerno darle este honroso tributo,
que su suegro amaba dos cosas en la
vida, “los jabones de la TV y las compras”. Existe este consumismo omnipresente que
caracteriza nuestra época. En tercer lugar, el secularismo, que declara que este mundo y nuestra
vida pueden entenderse sin ninguna referencia a su Creador y su ley, el Dios
que ha hablado y no es silencioso. En cuarto lugar, el estatismo progresista,
el gran gobierno que se está convirtiendo cada vez más en el "hermano
mayor". En nuestras democracias no hay ningún manifiesto de partido que no
tenga evidencia de un estatismo generalizado. Cómo anhelan controlarnos. Tales
influencias como esas cuatro ideologías no aportan ningún significado o valor
duradero a vidas que se viven tan rápidamente y luego deben enfrentarse a un
encuentro abierto con el Dios viviente.
El legado de Perkins y de los
Puritanos, con su insistencia en que el mensaje de la Biblia debe ser
comprendido y proclamado, hoy, nos ha proporcionado recursos sumamente
relevantes y útiles para relacionarnos con la cultura pluralista y atea actual.
Reimprimir a Perkins y a los puritanos no es un ejercicio arqueológico muy
pintoresco. Perkins nos proporciona la alternativa vital a las cuatro bestias
que he mencionado que hoy están intimidando y engañando al mundo occidental. Él
nos da una visión bendita, vital y optimista que hace que el corazón humano que
lo recibe florezca. Lo hace con lucidez, elegancia y pasión. Le he encontrado
tan fácil de leer, tan fácil como leer a Jonathan Edwards (excepto cuando
escribe sobre la voluntad) o al Dr. Lloyd-Jones.
A través del redescubrimiento de
la visión del mundo puritano, los hombres y mujeres favorecidos experimentan el
gozo de la salvación, sabiendo que sus pecados son perdonados, que son salvos
por la gracia de Dios a través de la persona y obra de Cristo, y que son amados
y aceptados por Dios su Padre celestial. La serie de creencias y prácticas que
la iglesia medieval había acumulado y que estaba promoviendo, fueron hundidas por
la poderosa embestida sobre ellas de la espada del Espíritu, como el evangelio
de Cristo fue declarado en hogares, aldeas y en prisiones, así también proclamado
desde cientos de púlpitos.
¿CÓMO ENTONCES PERKINS BUSCÓ LA
PIEDAD?
1. A
TRAVÉS DE LA CONVERSIÓN PERSONAL
Ese conocimiento que el
protestantismo representaba, y el porqué los mártires murieron, no fueron la
causa de la conversión de William. Eso habría sido mera fe histórica, o fe del
sistema que él y su familia poseían, habiendo intercambiado socialmente un
sistema romanista por un sistema anglicano. No podría haber ninguna búsqueda de
la santidad fluyendo desde una visión tan impersonal del mundo religioso.
Hay indicios de que en su
adolescencia William Perkins era un niño perdido, caminando por la senda ancha
que conduce a la destrucción. Estaba viviendo una vida de contentamiento sin
Dios. Era un típico estudiante de 19 años de la Universidad de Cambridge, profano,
pródigo, y amante del alcohol y la cultura de sus compañeros bebedores.
Pero en ‘La Escuela de Cristo’
había miembros cristianos entre su personal, especialmente uno que se volvió en
su tutor personal, fue un hombre llamado Laurence Chaderton, y junto con él
otros destacados hombres piadosos, Richard Rogers y Richard Greenham, hombres
que habían sido amigos personales de algunos que fueron quemados en la estaca; estos,
eran hombres con carácter. Así que Dios comenzó a trabajar en el corazón de
William Perkins y este se convirtió. En otras palabras, él fue salvo de la
culpa, señorío y castigo del pecado a través de la sangre y justicia sola de Jesucristo.
Nació de nuevo. Siendo justificado por la fe, tuvo paz con Dios por medio del
Señor Jesucristo.
Había sido humillado en una
ocasión en particular durante esta temporada de conversión, cuando, estando en
mal estado por su embriaguez, escuchó a una mujer advirtiendo a su niño
obstinado que se tranquilizara o ella lo
entregaría al borracho de Perkins. "¿Es eso lo que la gente piensa de mí?",
Debió haber reflexionado como Dios lo condenó por su vida desperdiciada. Cuán importante
puede ser una reprensión. Recuerde a la persona que reprendió a John Bunyan, que
había regresado del servicio activo en la Guerra Civil, donde se había
convertido en el héroe de los adolescentes de Bedford, por su lengua sucia, sus
juramentos y su blasfemia. Podemos optar por reprender, pero siempre,
conociendo nuestros propios corazones, con mansedumbre.
Así que William se arrepintió de
sus infelices y estériles años y dio el resto de su breve vida a Jesucristo. Tenía
44 años cuando murió. Después de su conversión tuvo unas breves dos docenas de
años de actividad cristiana. Así Perkins entró por la puerta estrecha y
comenzó, en la ciudad de Cambridge como estudiante, esa feliz vida de seguir al
Hijo de Dios. No hay otra manera de buscar la piedad; no por creer sistemas
religiosos; no mediante la asistencia a servicios religiosos; no por sumisión a
los sacramentos; no por resoluciones de abnegación. Es recibir a Cristo en la
gloria de su persona y en la perfección de su obra terminada como nuestro
maestro e instructor, nuestro Sacerdote y Cordero pascual, nuestro Rey Pastor,
Señor de la providencia y Dios de nuestra santificación. Debemos tenerlo si
queremos tener piedad. El primer desafío que enfrentamos aquellos de nosotros
que están examinando a un candidato para el ministerio es verificar si tiene
una profesión de fe creíble. ¿Es Jesucristo en verdad su Señor y su Salvador?
¿Ha pasado de muerte a vida? ¿Cómo, entonces, el convertido Perkins buscó la
piedad.
2. A TRAVÉS DEL ESTUDIO PERSONAL DISCIPLINADO.
Un hombre ferozmente inteligente,
Perkins se graduó a los 21 años de edad, y ya los 24 años después de estudiar
más a fondo recibió su M.A. Devoró libros, cuanto más leía, más entendía y más
recordaba. Aprendió y evaluó rápidamente, capturando la enseñanza y era capaz
de explicar a sus tutores el impulso de los autores. Durante seis años leyó las
bibliotecas de Cambridge dejándolas secas, el mejor de los padres de la iglesia
y los escritos recién producidos de los reformadores que él absorbió y
comprendió, pudiendo dar un relato exacto y preciso de lo que estaban
enseñando. Esto era una ventaja enorme para él en cuanto a la preparación para
su ministerio.
Estudié durante tres años bajo
algunos gigantes, Cornelius Van Til, John Murray, Edward J. Young, Ned
Stonehouse, Meredith Kline y Ed Clowney. Estudié junto a algunos destacados
compañeros de clase, Palmer Robertson, John Frame, George Marsden, Walt
Chantry, Bob Den Dulk y Will Metzger. Nunca en mi ministerio subsiguiente me
enojé por haber tenido un entrenamiento teológico inadecuado, aunque
tristemente, a mi pesar, no me aproveché de todo lo que me ofrecían durante ese
tiempo de mi vida. Ocasionalmente ministros agotados me han llamado diciéndome
que estaban tomando un descanso de estudio sabático. Ellos estaban “fuera de la
predicación”, dijeron, y ellos esperaron que se pudiera compensar un poquito su
inadecuado entrenamiento a través de tomar algunos cursos de seminario. ¿Podría
recomendar algo así? Debe haber miles de predicadores que se sienten como esos
hombres, frustrados por la inadecuada preparación para su vocación bajo la
enseñanza de lecturas modernas cerebralmente secas en las cuales crecieron, por
desgracia, de manera tibia. Perkins, si te das cuenta, tenía los mejores
profesores de Inglaterra. ¿Cómo siguió buscando la piedad?
3. A
TRAVÉS DE LAS SIGUIENTES DIRECCIONES PROVIDENCIALES Y LAS BUENAS OBRAS.
Descubrió que sus compañeros
cristianos visitaban los domingos la cárcel local donde buscaban ayudar a los
prisioneros con las comodidades terrenales y predicándoles y testificándoles. Pronto
William Perkins fue el principal estudiante a cargo de las constantes visitas
del Día del Señor a las mazmorras de la prisión de Cambridge. Su ministerio era
poderoso, convenciendo el número de estos miserables prisioneros de su pecado,
doblándolos para tomar a Cristo como su Señor y Salvador.
Hubo una ocasión notable en que
Perkins tuvo que acompañar a un convicto a la horca, un hombre al que había
estado ministrando pero que debía ser colgado por sus crímenes. El hombre vio
los instrumentos de su muerte, y, comprensiblemente, parecía asustado en su
mente y medio muerto. -¡Qué! -le gritó Perkins. ¿Tienes miedo de la muerte?
¿Qué pasa? El hombre dijo que no tenía tanto miedo de la muerte como de lo que
estaba después de la muerte. 'Ven,' dijo Perkins, 'vea lo que la gracia de Dios
hará para fortalecerte'. Así que se arrodillaron juntos y Perkins clamó
poderosamente a Dios por este hombre, bendiciendo al Señor por su compasión al
jefe de los pecadores, por las promesas de gracia hecha a todos los que oraron,
'Dios ten piedad de mi, pecador'.
Al hombre se le quebrantó el corazón,
y Perkins le subrayó el evangelio y la libertad de la gracia de Dios. Se nos
dice que le mostró al condenado 'cómo se cruzaron y se cancelaron las líneas
negras de todos sus pecados con las líneas rojas de la sangre de su Salvador
crucificado' (The Works of William Perkins Volume 1, p.xii). Realmente le
impuso al hombre el inconmensurable perdón de Cristo que podría ser suyo al
confiar en sus palabras. El hombre lloró de nuevo por la merced que se le
ofreció allí mismo. Subió los escalones una vez más a la horca y se enfrentó a
la multitud y atestiguó su pecado y la salvación que se encontró en la sangre
de Cristo, y luego aceptó la cuerda del verdugo con paciencia como alguien que
había sido liberado del infierno por el Señor Jesús, a quien pronto se
encontraría en gloria. Murió valientemente al silenciar a los espectadores,
vendedores ambulantes y payasos (que característicamente ganaban dinero con
esas reuniones) y a la seguridad de que Perkins recibió que este hombre que
había llegado a conocer de que había sido trasladado del reino de las tinieblas
al reino de El propio Hijo de Dios. En otras palabras, mi énfasis es esto, que
Perkins no era una cabeza de huevo[3] que podía hablar
solo con otros cabezas de huevo. Aprendió su retórica, el "Arte de profetizar",
como él lo llamaba, al hablar en la cárcel de Cambridge a analfabetos y
pecadores carnales. No te conviertes en predicador asistiendo a un seminario,
del mismo modo que un vuelo a África no te equipa para convertirte en
misionero. ¿Cómo te está usando providencialmente Dios ahora? Entonces, ¿cómo
persiguió Perkins la piedad?
4. A
TRAVÉS DE CONVERTIRSE EN UN PREDICADOR DEL EVANGELIO
Inmediatamente después de recibir
su título de M.A., fue nombrado ese mismo mes predicador en St. Andrews, la
iglesia al otro lado de la calle de su universidad, Christ's. Esta era su
principal vocación, pero también fue nombrado conferenciante en el Christ's
College, de modo que habló allí a los estudiantes, dio conferencias y enseñó.
Él catequizó a los estudiantes en Corpus Christ College los jueves, guiándolos
por los diez mandamientos, y los domingos por la tarde aconsejaba a hombres
como Richard Sibbes, John Cotton, John Preston y William Ames y muchos otros.
Esa actividad y el legado de los diez volúmenes de sus escritos son las razones
por las que se le considera el padre del puritanismo, incluso el proto-puritano
de Inglaterra. De esta forma hemos visto cómo Perkins persiguió la piedad.
CÓMO PREDICAR ALIENTA LA BÚSQUEDA
DE LA PIEDAD.
Para Williams Perkins, un
verdadero predicador era un cristiano a quien Dios había dado autoridad para
redimir a los pecadores arrepentidos del infierno y la condenación. Él agrega,
‘Por supuesto, el ministro no es el medio para resolver esta redención. Eso
pertenece total y exclusivamente a Cristo mismo, pero el ministro es el
instrumento de Dios y el instrumento de Cristo: primero, aplicar los medios de
reconciliación; y segundo, pronunciar al individuo para que sea seguro y
entregado cuando se usen estos medios’ (The Art of Prophesying, Banner of
Truth, p.115).
Es el mayor honor para un hombre
ser llamado al ministerio. Es el mayor privilegio que se le da a hombres o
ángeles. Lo que es una comisión para liberar a los hombres del poder y la
condenación del infierno y hacerlos herederos del cielo. Perkins dice: En
relación con algunos llamamientos, Dios le dice a una persona: "Trabaja y
construye casas, proporciona a los hombres sustento". Al médico le dice:
"Cura a ese hombre"; al abogado: "¡Haga justicia a ese
hombre!" al soldado: "Lucha por él"; al magistrado:
"defiéndelo"; al rey: "Gobierne, y vea que cada uno haga su
deber". Pero es exclusivamente para el ministro que Dios dice:
"Líbralo de descender al abismo" (Perkins op, cit., P.116). Por lo
tanto, es trágico ver cómo algunos, al no predicar en absoluto, y a otros por
su vana predicación, muestran cómo tienen la intención de algo, excepto ganar
almas para Dios" (op.cit p.117). "Permítales predicar, para que
puedan regresar su comisión del Señor con estas palabras: "Tú me diste
este pueblo, Señor, y me dijiste que los liberara, para que no descendieran al
infierno. Lo he hecho. Es lo que mi alma apuntaba con toda mi energía y deseo.
Por tu misericordia he completado la tarea"' (op. Cit. P.117).
El predicador recibió el don de
enseñar la palabra de Dios, y en el Nuevo Testamento es comparado con un pilar.
La razón de esto es que su cargo es sostener y apoyar a toda la congregación “por
doctrina, oración, consejo y una buena vida. Eliseo fue llamado por Joás,
"los carros y la caballería de Israel" (2 Reyes 14:14). Y la iglesia
de Dios sobre la tierra se llama "la columna y la tierra de la
verdad" con respecto al ministerio de la palabra (I Timoteo 3:15). . . Por
supuesto, todos los creyentes deben resistir firmemente la tentación en contra
de sus enemigos espirituales (Efesios 6:13), pero esto será mejor si son
dirigidos por el buen ejemplo de sus maestros” (William Perkins, Obras, Volumen
2, p.95).
Pero, por supuesto, no es el tipo
de predicación la que Dios bendice para la salvación de los pecadores. La
predicación, insiste Perkins, debe ser "simple y clara, adaptada a la
comprensión de los oyentes y apropiada para expresar la majestad del
Espíritu". Por esta razón, no se debe usar en el sermón ninguno del
vocabulario especializado de las artes, ni las frases griegas y latinas, ni los
extrañas vueltas de la frase. Estos distraen las mentes de aquellos oyentes que
no pueden ver la conexión entre lo que se ha dicho y lo que sigue. Además, las
palabras inusuales obstaculizan en lugar de ayudar a las personas en sus
esfuerzos por comprender lo que se dice, y también tienden a alejarse del tema
en cuestión. En esta conexión, también, la mera narración de historias, así
como las declaraciones vulgares o tontas, deben evitarse" (The Art of
Prophesying, p.72).
La predicación también debe
expresar la gracia que está en el corazón del ministro. 'La gracia de la
persona es la santidad del corazón y una vida sin mácula. Si bien estos no
califican en sí mismos a nadie para ser un ministro, nadie puede hacer el trabajo
del ministerio sin ellos. . . Es una cuestión fácil mostrar la sabiduría en
palabras; debes enseñarme a vivir por tu vida; esta es la mejor enseñanza. ¡Las
palabras no hacen una gran impresión en el alma como lo hacen las obras! Un
ministro que es inicuo, ya sea abiertamente o en secreto, no es digno de
comparecer ante el rostro del Dios más santo y todopoderoso. Por eso los
juicios de Dios permanecen, para que los ministros inicuos tiemblen ante ellos"
(op cit p.73).
Pero es la palabra de Dios, no la
elocuencia del predicador lo que crea la piedad. Todos los creyentes deben
someterse para ser limpiados y reformados por la Palabra de Dios. "Ustedes
están limpios (dice Cristo) por la palabra que les he hablado" (Juan 15:
3). Nuestro Señor hace que la Palabra de Dios sea el instrumento de nuestra
purificación; para un efecto similar dice en su oración al Padre:
"Santifícalos en tu verdad, tu palabra es la verdad" (Juan 17:17). .
. Si (a través de la predicación) vemos alguna impureza en nuestros corazones o
vidas, debemos purgarla mediante esta Palabra, y no regresar más a la
inmundicia de nuestros pecados anteriores. Es la marca de las ovejas de Cristo
que escuchan su voz, y obedecen la misma. Por eso testificamos que somos sus
ovejas. Permítannos, por la búsqueda de la piedad, distinguirnos de los perros
y de los cerdos" (Perkins Works, Volumen 1, p.622).
Pero no hay una bendición
garantizada en donde la conversión o la piedad acompañarán invariablemente a la predicación de la palabra. Después de
predicar tenemos que inclinarnos ante la soberanía de Dios y decir: 'Aun así,
Padre, te pareció bien ante tus ojos'. Perkins nos recuerda a Noé, cuando en un
sermón, Perkins dice: 'En ciento veinte años' predicando en ambas cosas, palabra y acción, Noé no pudo convertir a una
sola persona a la fe y arrepentimiento. Una cosa muy temerosa, si lo consideramos
bien, es que tanto predicar como el hacer el arca no pudieron convertir a uno solo
de los hijos de Lamec, Matusalén o Enoc para creerle, sino mas bien ellos
prefirieron ser engañados en la vanidad general de ese mundo malvado, en lugar
de servir a Dios con Noé… Tal respuesta ha sido la suerte de muchos santos
profetas… y cuando parecen no hacer ningún bien, sino que los hombres se
vuelven cada vez peores, esto debe humillarlos y devastarlos en sí mismos y
hacer que estén seguros de que el poder y la virtud no están en ellos, sino que
están en Dios,… Sin embargo, ya sea que su trabajo sea "el sabor de vida
para vida" o de "muerte para muerte" para sus oyentes, esto es
"para Dios un dulce sabor de Cristo" (2 Cor 2:15 y 16) (Perkins
'Works, Volumen 3, pp.108 y 109). Nosotros sembramos, plantamos y regamos.
Debemos perseguir la piedad en nuestra predicación, pero nunca debemos olvidar
que solo Dios puede dar el crecimiento.
LAS TRES PRINCIPALES MARCAS DE LA
PIEDAD VERDADERA.
Al final de su exposición
monumental del Sermón del Monte, Perkins examina la conclusión de Jesús en la parábola
del sabio constructor que cimentó su casa a tierra en la roca. Nuestro Señor
usa a este superviviente de la tormenta como el gran ejemplo del verdadero
discípulo piadoso. Tal hombre escucha la enseñanza de Cristo y luego hace lo
que el Señor dice a lo largo de todos los años restantes de su vida. ¿Qué es
hacer esta voluntad de Dios? ¿En qué consiste? Hay tres elementos esenciales,
dice William Perkins (Works of William Perkins, Volume 1, pp. 696-698)
1. LA
FE QUE SALVA
Perkins apela a las tres
características de la fe salvadora que la teología evangélica siempre ha
utilizado desde su época hasta la de John Murray.
I] Conocimiento. El mundo debe
saber quién es Jesús. Los niños que abusan del nombre de Jesús con sus
execraciones intolerables no saben nada de quién es el Señor Cristo. Se les
debe decir esto antes de que puedan confiar en él. Todos debemos escuchar la mejor
predicación todos los domingos para informar a nuestras mentes de esta persona
extraordinaria. ¿Quién es él, y qué dijo y qué hizo, y por qué dijo y hizo esas
cosas? Los hombres deben apropiarse del conocimiento que Dios se ha tomado
tanta molestia de revelar al mundo.
II] Asentimiento. El nuevo
conocimiento debe ir acompañado de un evento de reconocimiento cuando te das
cuenta de que estas palabras son realmente verdaderas, la "verdad
verdadera" fue la frase de Schaeffer. Son las palabras perdurables de
Dios. Ellas son, tú crees, una revelación divina dada para nuestra salvación.
III] Aplicación. Así es como
Perkins lo llamó. Usualmente usamos la palabra 'confianza'; en otras palabras,
nos aplicamos a las verdaderas palabras de Dios y las hacemos nuestras. Nos
confiamos, cuerpo y alma por el tiempo y la eternidad, a ellas. Nos apropiamos
de nosotros mismos. Ingerimos el pan de la vida; tomamos el agua de la vida. No
puede haber crecimiento, ni alimento ni piedad a menos que hayamos recibido
personalmente a Cristo como se nos ofrece libremente en el evangelio. Confiamos
en todo acerca de Cristo, sus advertencias y sus promesas, y todo lo que sus
apóstoles han dicho acerca de él, y luego vivimos en consecuencia, en la luz y
el poder del que habla, actuando como Cristo.
Toma nota de tres cosas, agrega
Perkins. Toma nota del comienzo de tu fe; Viste tu pecado y tu miseria, y oíste
hablar del Cordero de Dios que había venido para quitar el pecado del mundo, y
trabajaste contra tu incredulidad para tenerte a ti mismo en la cobertura de su
sangre. Ese es el comienzo de la fe, y luego está el fruto de su fe, ese cambio
consecuente en todo su ser en tales asuntos, sus actitudes, entusiasmos,
delicias, comprensiones, valores, ambiciones y satisfacción. Todas las cosas
han sido hechas nuevas, y has descansado en la voluntad de Dios, como Isaías
dice, ‘el que creyere, no se apresure’. (Isa.28: 16). Entonces, en tercer lugar
está la constancia de tu fe. De ahora en adelante vivimos confiando siempre en
Dios, incluso cuando podemos sentir y no ver muestras de la misericordia de
Dios. Perkins dice: "De hecho, el que abandona la misericordia de Dios
cuando está angustiado, tiene la seguridad de que nunca tuvo fe verdadera, pues
el justo vivirá por la fe en todas las condiciones y estados, y junto con Job
confiará y esperará en Dios aun cuando el Señor mismo lo matare". (op.cit.
P.697). Así que la piedad se muestra en esta confianza salvadora en Dios.
Entonces hay…
2. ARREPENTIMIENTO QUE SALVA
Perkins dice que el
arrepentimiento es el fruto de la fe, y explica: "En el verdadero
arrepentimiento hay dos cosas: su comienzo y su naturaleza. El comienzo de esto
es una tristeza piadosa cuando un hombre es afligido correcta y directamente
porque por su pecado él ha ofendido a Dios, quien ha sido para él un Padre tan
amoroso en Cristo. Esto causa el arrepentimiento para salvación, del cual no
hay que arrepentirse (2 Cor. 7:10) y no surge tanto del miedo al castigo sino a
partir de la consideración de la misericordia de Dios, por lo que un hombre está
disgustado consigo mismo por ofender a un Dios tan amoroso, que ha sido tan
misericordioso y generoso con él en Cristo. La naturaleza del arrepentimiento
se encuentra en el cambio de mente, cuando cualquier persona abandona el
propósito de pecar, y por la bendición y la gracia de Dios toma un nuevo
propósito, el de nunca más pecar. Esto es arrepentirse, y si esto es verdad,
seguirá el cambio de voluntad, de los afectos y de todas las acciones de la
vida "(Perkins op.cit. Pp. 697-698). Él tiene el propósito de no volver a
pecar nunca más.
Recuerdo que Iain Murray me habló
de una ocasión en su primer año como converso cuando llevó a un amigo no
cristiano a una reunión evangelística. Al final, el evangelista invitó a las
personas a confesar su fe al venir al frente. Su amigo se bajó del asiento y
caminó hacia el frente y Iain lo acompañó, y fueron a la sala de consejeros
donde Iain le explicó el evangelio a su amigo y luego rezaron. El hombre
tristemente solo dijo esto, 'Oh Dios, ayúdame a nunca más a pecar'.
Inicialmente, la nariz de Iain
estaba desacomodada al escuchar esa oración. Él no esperaba nada como eso; los
libros de evangelización nunca dijeron nada acerca de ese tipo de oración, pero cuando, más tarde, Iain
consideró esa oración, vio cómo todo el evangelio estaba en ese clamor. Aquí
estaba el deseo de un pecador arrepentido, ser liberado por completo del
pecado, su peor enemigo. Ese arrepentimiento salvador es la segunda marca de la
búsqueda de la verdadera piedad. Y finalmente…
3. UNA
NUEVA OBEDIENCIA SALVÍFICA
La raíz es la fe en Cristo. El
compañero inseparable es el arrepentimiento, y el fruto es la obediencia. Esa
es la verdadera piedad. Perkins dice: "Un hombre dotado de fe y
arrepentimiento, de acuerdo con la medida de la gracia recibida, se esfuerce
por obedecer todos los mandamientos de Dios, de todos los poderes y partes de
su alma Y cuerpo" (op. Cit. P .698). Es nuestro deber eterno vivir en
obediencia a nuestro Señor, pero sería una total ruina vivir de acuerdo con “nuestra
obediencia”, en lugar de vivir en la obediencia de Cristo. Perkins llama a esto
una "nueva" obediencia salvífica, nueva porque es una renovación de
lo que en el hombre se perdió en la caída de Adán, pero que ahora ha sido
renovado a través del último Adán. Qué diferente es esa sumisión salvífica a
nuestro Señor Jesús en contraste a las resoluciones de hombres y reformas temporales.
Perkins reconoce que es cierto
que "muchos hipócritas tienen una reforma de la vida, pero sin embargo
fracasan". Lo hacen de dos maneras; primero, su reforma es solo externa y
no interna. Su obediencia, voluntades y afectos siguen siendo malvados y
corruptos, y en segundo lugar, su obediencia es parcial; es solo por algunos de
los mandamientos de Dios, no por todos ellos. Así fue con Herodes; escucharía a
Juan alegremente y haría muchas cosas, pero aun así no abandonaría a la esposa
de su hermano. No obstante, la verdadera obediencia que procede de la fe y arrepentimiento
verdaderos, tiene estas siguientes cuatro cabezas y ramas: primero, un
cristiano debe usar su mente y "probar la buena voluntad de Dios"
(Romanos 12: 2); en segundo lugar, debe reprimir su vida de ofensas externas
que tienden a deshonrar a Dios y escandalizar a la iglesia; en tercer lugar,
debe mortificar las corrupciones internas de su propio corazón; en cuarto
lugar, debe esforzarse por concebir nuevos afectos acordes a la voluntad de
Dios, y llevar adelante y practicar buenas obras, demostrando obediencia tanto
externa como interna a Dios' (op cit p.698). Esto es vivir la verdadera vida
cristiana que siempre busca y persigue la piedad.
Traducido por Cristián Gangas del Río
Permiso de traducción concedido por The Banner of Truth, UK.
Artículo original, publicado el 9 de junio de 2017: https://banneroftruth.org/uk/resources/articles/2017/william-perkins-pursuit-godliness/